Pensaba en ti, habían regaños en la oficina, gritos afuera y teléfonos sonando a las dos con treinta. Yo me reía de todos, me sentía intocable, y hasta cierto punto lo era, no por ser engreído, pero como becario apenas y se tomaban en serio mi trabajo, todos entraban en pánico y bajaban la cabeza cuando las amenazas de los jefes eran inminentes. A mi, por el contrario con lo único que amenazaba la empresa era con contratarme, más faltaba casi un año para que yo egresara.
Miradas pérdidas, sueños archivados, aspiraciones guardadas en formatos Doc, PDF, PPT, ilusiones puestas en tablas de excel, mujeres cambiando drásticamente los roles, papás con bebes esperándolas a la hora de la comida, el clima cálido, las persianas tintineando, no había una taza de café limpia en ninguno de los tres pisos.
Clic aquí, clic allá, desconociendo si el sonido era de los teclados, de las engrapadoras o de las impresoras que se han quedado sin tóner, y de vez en cuando tonos de teléfonos celulares que ahora los definen como "inteligentes"; el nuevo escape de los sometidos, el poderío de quienes sometían.
Nadie habla, todos capturan datos. Datos que forman un océano de procesos, de programas, de problemas que confunden más a quienes los gestionan que a que a quienes lo ejecutan, datos que cambian mas rápido que los botes de basura de la oficina, datos que ahogan los pensamientos de quienes los inventan.
Más datos, más papeles, sudor en las frentes a pesar de que el aire acondicionado estaba por debajo de los veinte grados, camisas de cuello y rayas, cinturones ajustados, tuppers amontonados, corbatas desajustadas, a lo lejos una pequeña risa de una broma que terminaba con una palabra: Godínez
¿Cuánto tiempo más debo estar aquí? Seguía pensando en ti.
Allá afuera hay una feria, quiero huir, comenzar de nuevo, algodones de azúcar, máscaras, juegos mecánicos, si, juegos, me escaparé un rato y antes de subir le pediré a quien maneja dicha rueda de la fortuna que esta vez no me toque una vida tan estrecha.