miércoles, 2 de enero de 2019

Ya no existen menores de edad con aquellos que nacieron del 31 de diciembre del año 2000 hacia atrás, la generación z o centennial está latente a la opinión pública respecto a lo que puedan desarrollar con base al conocimiento (o falta de) que sus generaciones antecesoras han dejado sobre el camino. Y, esto me recuerda bastante a la película niños del hombre, que plantea una infertilidad de 18 años, ¿será acaso que la metáfora plantea la infertilidad de una sociedad reflexiva y consciente? Sería sumamente soberbio decir que durante 18 años no ha habido una evolución favorable del pensamiento moderno, o actitudinal, que los valores se han desvanecido y la expansión de un mundo digital interconectado en realidad ha propiciado más incertidumbre y odio que fortaleza y sencillez, que no existe creatividad o avances, que la generación protagonista por ahora (millenials) realmente no tiene una proyección del futuro, resultado de una generación x que de igual manera, y en su momento fue duramente criticada.

Aunque el filme en cuestión es del año 2006 y el propósito de Cuarón fue plantear un mundo apocalíptico desde diferente enfoque colocando “la inocencia” como un eslabón perdido, supondría que en estos primeros días de Enero me he planteado más que la razón de mi edad, el hecho de que cada vez las generaciones pasadas se van, y acepto el hecho inamovible de que a punto de cerrar la segunda década del siglo XXI muchos hacen el recuento de los avances “simbólicos” con respecto al anterior siglo, y más que avances científicos y tecnológicos o elementos que se viralizan en redes, preguntaría humanamente ¿Cuánto hemos avanzado o cuánto retrocedido? De acuerdo a la modernidad líquida, lo que importa es la transformación, el molde a la adaptabilidad, no tanto la finalidad, en ese sentido. ¿Acaso no seguimos siendo niños jugando a ser adultos? Improvisando nuestros días, acaso pensaremos que poco tiempo en vida se termina pronto.