martes, 31 de marzo de 2015

Nueve de Febrero del dosmil doce a las dos veinticuatro de la mañana

Que tonto al haber pensado que serías distinta de mis antecesores amoríos, todas prometían ser "diferentes" y esa característica las asemejaba a la igualdad, al mismo medicamento del cual resulté ser alérgico. La esperanza se vende, a mí me la ofrecen en cada esquina, con mejores ofertas, quizás, pero al final es el mismo producto fallido, sobre todo porque es "gratis" y promete curar la soledad, la monotonía, cura de sueño dándote insomnio, eso sí: por una buena razón de enamoramiento casual. Además de que es saludable para tu sonrisa, para aligerar el estrés y acompañarte a sitios importantes y a eventos que de no ser por él o ella resultan ser aburridos. Lo que no leemos en la parte lateral del jarabe o de las pastillas es que los efectos secundarios causan precisamente lo que evitan: la soledad, la monotonía y el insomnio.


Y mañana en aquel parque donde veíamos a los patos y nos dejábamos llevar por la idea de acabar como ellos: juntos, tranquilos y alimentándonos de lo que nos diera la gente como unos infames artistas, mañana todo será visto desde otro enfoque. Si veo que unos patos me interrumpen mientras leo, les aventaré papas fritas, para que se indigesten, tal vez así comprendan la sensación amarga que corroe a mi estómago. Un día me prometiste escapar conmigo, al Norte, nunca al sur (no sé porque), pero ahora veo que no importa a donde vayamos, al Este, al Oeste, a la luna o a Saturno si quieres, igual terminamos por colapsarnos entre el tiempo y espacio que existió entre nosotros, terminó como un mal acto de un comediante fracasado y nadie puede devolvernos las entradas, como una película que por no recaudar los fondos necesarios no continuará con la secuela y te preguntas: ¿Qué rayos pasó después? Lo de ayer fue un beso sin ganas, fue un adiós pero sin decir hasta luego, no hubo abrazo, tenías prisa, creo que estabas más preocupada por tu horario laboral de cada semana que por tu horario inédito conmigo que siempre estaba bajo tu disposición, creo que al final lo pasamos bien, sin embargo pasamos a esa escena de la cual no quiero ser testigo y me evito de dar explicaciones escribiéndote este corto relato. No me busques jamás, porque entre nosotros no debió ocurrir nada más allá de lo que ya pasó. Dentro de un año volveremos a ser los mismos muertos vivientes que éramos antes de conocernos, tal vez no en tanto tiempo, tal vez mañana mismo y sacaré tus fotografías de mis libros, aquellas que servían como separadores, volveré a empezar a leerlos si es necesario. Por último y para que quede claro, soy capaz de recordar la primer pregunta que hiciste cuando nos conocimos aquel Lunes por la tarde, preguntaste si me gustaban los gatos y mentí, porque de no hacerlo nuestro tema de conversación hubiera terminado antes de comenzar, he aquí la verdad: Odio los gatos.


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