jueves, 12 de marzo de 2015

El antecesor del iluso

Cuando era muy sabio me sorprendía por cualquier cosa; por la lluvia, por el sonido de los grillos o el brillo de las luciérnagas; no deseaba saber lo que ocurriría mañana, para mi el tiempo era eterno, rezaba dos veces por día y mientras me bañaba sacaba mi lengua para probar el agua y descubrir que tenía un sabor diferente a la "potable".

Me gustaba mi pijama de los ciento un dálmatas, ¿cómo hablaban los perros? si una vez estuve tres horas sentado frente a uno esperando que me dijera algo y ladró muchas veces, me miraba esperando una respuesta, tal vez yo no hablaba canino y por eso no le entendía. 

Además cuando era sabio solía llorar y reír por impulso antes de pensar en el para qué, después dormía y me levantaba a tiempo para la cena. Los zapatos no eran importantes, el cielo estaba muy encima del árbol que trepaba y la tierra era más suave que la sal, cuando era sabio hablaba sobre mi color favorito y los únicos libros que tenía era para colorearlos de azul y morado, a veces de negro. Cuando me regalaron un avión de juguete en navidad lo primero que hice fue aventarlo, pero no voló, recuerdo que alguien dijo: ¿las pilas no venían incluidas?, qué más da, le pusieron un hilo y lo jalaba por la pista de aterrizaje una y otra vez, resulta que cuando era hora de abordar, todos los vuelos se cancelaban a causa del clima.

¿Quién se robo mi sabiduría entonces? ¿a dónde rayos se marchó aquel corte de "honguito" y las estampas sobre caricaturas que coleccionaba? la última vez que me enguaje la cara mis dientes eran de leche y me faltaba uno, o dos. En mi mano había un control de Nintendo, ahora hay un teléfono que la gente se empeña en decir que es importante. 

Esta mañana después de rasurarme y verificar que mi cartera estuviera llena, me dí cuenta que era un tonto, que hace un par de años dejé de ser sabio, cuando salí de casa para ir al trabajo supe que era un completo iluso.

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