Martes 26 de Septiembre del 2017.
Sentimientos encontrados se generaron el día de hoy, que comenzaron el domingo pasado cuando decidí hablarte, tenía muchos nervios por la llamada, casi tantos como los que viví de manera fatídica el 19 de este mes ¿Y si tal vez no querías saber nada de mí? Un amigo en común me comentó tres días después del sismo si ya te había contactado, me sentí terrible de no parar de considerarlo y por orgullo no haberlo hecho. Pero no niego que necesitaba saber si estabas bien. Así marqué el número de teléfono que a pesar de haber eliminado tenía memorizado, escuché tu voz del otro lado del intercomunicador cuando aliviada también dijiste mi nombre, comenzando a narrar tus inquietudes sobre el sismo, entre tus palabras escuché tu desesperación, misma que detonó en el llanto con una frase que erizó mi piel ¡Pensé que me iba a morir, Gerardo! Algo se volvió a abrir en ese momento y no pude evitarlo, los flashback me envolvieron súbitamente, la necesidad de abrazarte, de hacerte ver que ahí estaba para ti se manifestó, y después de colgar el teléfono hasta este momento te seguí pensando.
Este
acontecimiento, no vino sólo a derrumbar objetos físicos, o a
resquebrajar muros y calles, a destrozar esperanzas por familiares y
conocidos que ya no regresaron a casa, o que nunca salieron con vida de
ella. Esto también hizo que volviéramos a replantear el sentido de
nuestro presente. Hizo que familias que vivían lejos, que quizá no se
caían bien entre ellos se volvieran a buscar, que hijos con custodias
separadas se reencontraran y llorarán al abrazarse con sus padres
sabiéndose juntos, viejos amigos que no supimos de dónde salían
preguntando por nosotros; por los nuestros. Gente ayudando sin cesar,
hasta algunas risas se cosecharon entre el tumulto laborioso de las
brigadas y muchos "por favor" y "gracias" se escuchaban por doquier.
Hizo
que muchas cartas se escribieran, hubo afectaciones y siguen
habiéndolas en las mentes, en las almas; pero más allá del desastre,
también hubieron parejas y ex parejas preguntando por el bien estar del
otro, un gesto afectuoso del ser humano, y si bien no se arreglaron las
diferencias (debido a que no hubo tiempo para hablar de nada más, sino
del cataclismo) al menos se suspendieron indefinidamente.
No debe ser normal que todo esto me llevará a ti nuevamente, confrontándonos en esta situación de contingencia para todo el Estado, pero debes tener una idea de lo que sentí y de lo que siento ahora.
El rencor no se ha drenado completamente, hay residuos posiblemente de ansiedad e incertidumbre, soy humano y creo que estaré mejor (pequeña mentira piadosa) porque pese a todo hoy me pongo a pensar que fue una idiotez, algo completamente absurdo lo que nos separó y en contraparte fue algo completamente colosal y con secuelas que durarán por años lo que nos volvió a juntar.
Al siguiente día me presenté a tu vivienda donde hasta los perros recordaron quién era, todo parecía tan normal, hicimos a un lado el pasado y en un abrazo conseguimos la paz nuevamente, tal vez por un breve instante ese universo que habíamos creado antaño, volvió a brillar. Tal vez sólo fue mi interpretación del momento.
Al siguiente día me presenté a tu vivienda donde hasta los perros recordaron quién era, todo parecía tan normal, hicimos a un lado el pasado y en un abrazo conseguimos la paz nuevamente, tal vez por un breve instante ese universo que habíamos creado antaño, volvió a brillar. Tal vez sólo fue mi interpretación del momento.
No quería dejar de mirarte, tan fuerte, inquebrantable. Te sentí más tranquila ocultando el miedo que todos seguimos trayendo de alguna forma. No creí que viviría para volver a verte y vaya que volver a estrecharte ha sido lo más maravilloso que tuve durante esa semana, que tuve ese mes, que he tenido desde el 16 de Junio. Que mal que me de cuenta de eso ahora, y que bien que aprecie la belleza de la vida en tus ojos y en el sonido de tu voz, en aquella leve sonrisa que sólo tu tienes, en toda tú tan peculiar como eres.
No había sabido nada de ti, ni tú de mí desde mediados de Junio. Dos palabras ahogué dentro de mi en el momento en el que te volvía ver y ahora quieren salir de forma escrita, tal vez sea porque estoy escuchando a Lana del Rey con aquellas canciones que me dedicaste, porque en mi cabecera siguen los libros que me regalaste, tal vez son tus cartas, los boletos del cine que no guardé, todas nuestras fotos que todavía tengo en mi computadora, tus gustos y miedos que conozco bien, como tú fobia a Gregor Samsa (al insecto) las noches donde conversamos ampliamente haciendo planes de irnos a Canadá y las noches donde apenas pronunciamos palabras hasta dormir, las playeras que me obsequiaste el día de mi cumpleaños, los historiales de mensajería instantánea que jamás borré, los boletos fechados de todos los autobuses en los que iba a verte, mi diario con tu nombre por todas las páginas. Tal vez sea, porque hace unos días pasé por la avenida Universidad y volteando a ver la calle Primavera, donde residimos por un rato, vi la misma señora de la panadería que ya nos conocía, porque sin ti pasé el peor cumpleaños en mi vida y guardo en mi cartera tu foto tamaño infantil en blanco y negro que me diste. Tengo dos palabras y no hay momento oportuno para decirte esto, no lo es ahora ni lo será dentro de una semana o un mes y prefiero -aunque tarde ya- escribir esto, aunque probablemente pase mucho tiempo para que lo leas. Con dos palabras concluyo este absurdo intento de carta de partida: Te extraño.
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