viernes, 27 de abril de 2018

Llegando a laborar

La Ciudad ha despertado desde hace horas, los transportes colectivos están repletos de gente, de personas con traje, portafolio, un desayuno poco nutritivo en la mano y hablando a la deriva gracias a estos hilos que todos tienen colgando de las orejas. Es sofocante el trayecto y sin embargo es parte de la cotidianidad que nosotros creamos y heredamos de quienes nos vendieron la idea de un “empleo estable”, el semáforo está en rojo, he olvidado mis propios hilos, así que debo escuchar una sarta de comentarios que incluyen los lenguajes más diversos que uno puede imaginar. En la siguiente estación empujan a un señor que no supo poner mucha fuerza y ha perdido el equilibrio. Siete cuarenta, tengo veinte minutos para llegar a tiempo, no quisiera que me descontaran el día por llegar cinco minutos tarde. El señor se ha levantado-increíble- pensar que de todos los que estábamos ahí nadie le ayudara ni un poquito. En pleno marzo el frío se hace notar apenas uno se traslada a la salida más cercana, y con mi propia armadura de saco, corbata y zapatos ajustados me dirijo a una de las innumerables empresas que les gusta renovar contrato cada mes en jornadas de nueve horas. Nada nuevo.

Al entrar al edificio, el policía me pide de la manera más cordial posible (sarcasmo) que me anote en una de las tres bitácoras que tiene en su pequeño escritorio, el único punto en el que puede dar órdenes sin que suene a insulto (de acuerdo a su pensamiento, supongo). Es evidente que lleva trabajando más de 24 Hrs aquí, así que dejo que se divierta un poco mientras con una sonrisa de vuelta le doy los buenos días, entro en el elevador sin mucha prisa, ya que en el registro he llegado justo a la hora. Salgo en el segundo piso para darme cuenta que no hay más que cinco individuos, todos ingenieros. No tengo la mayor convicción sobre los deberes que me esperan en mi segundo día, así que sólo prendo la computadora, me siento y comienzo a escuchar música con un volumen moderado. Hay muchos papeles en cada cubículo, comienzo a verificar la ortografía de algunos documentos que se supone que alguien ya había revisado, somos humanos, no dudo que a mi también se me vayan algunos detalles. Con mucho esfuerzo, pero sobrevivo a la hora de la comida, sin muchos víveres.

Después de nueve horas de trabajo la hora de la salida es el punto máximo de la felicidad para algunos, personalmente no para mí, aún me queda un largo trayecto a casa y calentar mi cena en un pequeño cuarto donde sólo pude adquirirlo con la ayuda de un amigo, la renta no es cara comparada con muchas de la zona, pero espero pronto con mi tercer sueldo irme nivelando, mentiría si creyera que con esta primer quincena o primer mes subiría pronto de posición económica. Sólo busco adquirir un crédito hipotecario, una casa es el primer punto a lograr, después quizá un negocio y después...Vamos ahora mi computadora comienza a actualizarse ¿Acaso es una broma? Escucho desde aquí las incesantes bocinas de los carros en insurgentes, quizá hubo una manifestación. Sin olvidar mi suéter saldré pronto a la calle, y sin olvidar mi suerte aquí estaré, en la ciudad, en este valle.

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